Con Google aspirando a tener su coche autónomo en funcionamiento para el año 2017, los expertos analizan cómo una ciudad que acepte ese reto podría reservar zonas exclusivas para vehículos con conducción autónoma y cuales serían los efectos de adelantarse de esta manera a la jugada frente a cualquier otra ciudad del mundo.
Una vez llegada a la conclusión de que, inevitablemente, se acabará imponiendo el uso de la tecnología en la conducción, parece evidente que se va a tener que ir eliminando el elemento humano de los mandos de los vehículos por su condición de menos óptimo en este escenario.
Pero, ¿por qué los municipios querrían fomentar la eliminación de conductores en favor de estas máquinas? ¿es una posibilidad realista o al menos un objetivo deseable? La respuesta puede ser afirmativa si los municipios se quieren apuntar un tanto siendo pioneros o si la llegada de estos vehículos es una realidad que requiere su gestión.
No podemos olvidar que las ciudades compiten entre ellas en su objetivo de ser estupendos lugares para vivir. Gobernantes y planificadores municipales tienen interés en hacer todo lo posible para mejorar sus ciudades. El transporte y la movilidad es un elemento fundamental para todo ello. Los responsables municipales desean vías seguras con pocos vehículos y cero emisiones. Lo que buscan en realidad es calidad de vida, calles con fluidez y seguridad para los ciudadanos que permitan contener negocios prósperos, espacio para el ocio, y que todo ello funcione.
Estos planes están a menudo limitados por los vehículos que dominan las calles. Los coches llenan las arterias de las ciudades y congestionan el tráfico en superficie lo que implica reducción en el confort de los ciudadanos.
Los beneficios de los vehículos de conducción autónoma en el tráfico en superficie serán importantes. Inicialmente deberán convivir con los conductores tradicionales pero el aumento de seguridad que se producirá, así como la reducción de problemas de aparcamiento, el uso de energías alternativas como combustible y la reducción de emisiones nos llevará a ciudades más cómodas, seguras y eficientes.
El incremento en la eficiencia de estos vehículos sin conductor se verá inmediatamente. Taxis, coches compartidos, etc, mejorarán trayectos y tiempos y reducirán la necesidad de autobuses. Todo esto implicará viajes más baratos dentro de la ciudad. Minusválidos, gente sin carnet, jóvenes, ancianos y enfermos, todos ellos mejorarán significativamente su calidad de vida al mejorar su movilidad. El americano medio gasta 50 minutos al día en transporte, con lo que parte de ese tiempo podrá utilizarlo en mejorar su productividad.
Los mayores beneficios llegarán cuando todos los vehículos se conduzcan de forma autónoma. Se minimizará el riesgo de accidentes, se mejorará el transporte escolar y por tanto la educación. Se podrá avanzar en peatonalizar zonas y en la utilización de bicis, se liberarán estructuras que ahora se utilizan para parking para otros fines, etc.
Las ciudades deben apostar por promover activamente este cambio para aprovechar decididamente los beneficios de la tecnología. Los mayores beneficios no se verán hasta pasadas décadas, mientras tanto estas ciudades deben continuar su planificación.
Establecer zonas exclusivas para vehículos sin conductor puede impulsar los primeros resultados aunque esta transformación llevará varios años para su implementación. La ciudad que cree un entorno favorable para una exitosa implantación de estas zonas sin conductor verá como escala posiciones inmediatamente en los ranking de las mejores ciudades para vivir.