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El complicado equilibrio necesario para promocionar el vehículo eléctrico sin causar problemas asociados


Un artículo de la web de Público sobre los problemas asociados que han surgido con el éxito y popularización del vehículo eléctrico en Noruega, gracias a los incentivos del gobierno para fomentar su uso, pone de relieve un importante problema al que no siempre se le presta la adecuada atención, y que consiste en evaluar muy bien los incentivos para cualquier industria a apoyar, para evitar que ante un escenario de despegue y éxito de dicha industria no existan problemas asociados de una envergadura inasumible.

Veamos el ejemplo concreto, que en la noticia está explicado perfectamente, a modo de listado, para facilitar su comprensión: 

  • Noruega, un país que tiene todo en contra (clima, carreteras, y encima es productor de petróleo) decide apostar de una forma intensiva por el vehículo eléctrico, con el ambicioso objetivo de contar con 50.000 coches eléctricos en el año 2018.
  • Para ello, establece una política intensiva de incentivos consistente en eliminar, o reducir al máximo, la elevadísima tasa de impuestos relacionada con el vehículo (tanto a su adquisición como a los peajes a pagar por desplazarse por gran parte de las carreteras o parquímetros) para los coches eléctricos, así como ofrecer ventajas adicionales como poder circular por el carril reservado al transporte público.
  • Todas estas medidas consiguen el objetivo buscado, siendo varios meses modelos de vehículos eléctricos los más vendidos en el país, y contando con un 13 % de cuota de adquisición de coches eléctricos en el primer cuatrimestre del año 2014.

Sin embargo, lo que sin duda puede verse desde fuera como un enorme modelo de éxito que ha conseguido los resultados deseados, está ocasionando en Noruega importantes problemas entre su población.

Por una parte, el gobierno ha dejado de recaudar una importante cantidad económica (en 2014 se estima que cercana a los 500 millones de euros) basada en los impuestos que no se cobran a este tipo de vehículos, lo que sumado a lo que dejan de ganar las empresas de peaje y gestión del parking, supone un sobrecoste que debe ser asumido con otras partidas del presupuesto (es decir, hay que recortar en otros campos para poder contar con este dinero). 

Por otra parte, y es aquí donde está surgiendo en la actualidad el principal problema, la ciudadanía se queja de la enorme desigualdad que supone que los coches eléctricos puedan utilizar el carril reservado para transporte público, lo que encima ocasiona retenciones y retrasos del mismo. 

Desde la administración se minimiza el problema, indicando que , en todo caso, se podría solucionar el problema si se obliga a los vehículos eléctricos a que dejen pasar a los autobuses cuando ocurra. Todo esto, unido a que si en un principio el fabricante de vehículos eléctricos más demandado era local, ahora es el gigante eléctrico Tesla quien se está adueñando del mercado de Noruega, lo que hace que todo sea visto con una mayor suspicacia.

Sin duda, se trata de un equilibrio muy complicado el de establecer los incentivos necesarios para apoyar una industria como la del vehículo eléctrico a la que, nunca mejor dicho, le está costando tanto arrancar, sin que éstos incentivos a medio plazo supongan un importante problema al resto de la ciudadanía.

Veremos cómo van enfocando este tema otros países, pero parece claro que, si no se empleanincentivos muy fuertes como los que vemos en Noruega, la industria del vehículo eléctrico no consigue asentarse entre la ciudadanía.