Para conseguir tener unas carreteras más seguras, y evitar en la medida de lo posible los accidentes de tráfico, los conductores conocen la velocidad máxima por la que pueden circular (en función del tipo de vía y las señales que hay) de forma segura, que deben respetar.
Como no todos los conductores respetan sus obligaciones, es necesario tomar las medidas necesarias para hacer que se cumpla la ley, como colocar radares que controlan la velocidad por la que pasan los vehículos por esa zona, multando a los que van más rápido de lo permitido.
Debido a que en la actualidad no resulta posible controlar la velocidad de los vehículos en todo su recorrido, es necesario plantearse dónde es la mejor zona para colocar los limitados radares con los que se cuenta, y siempre surge la pregunta ciudadana siguiente: ¿Los radares se colocan para recaudar dinero o para salvar vidas?.
Dejando de lado lo hecho hasta la fecha y la controversia que genera el tema, parece obvio que la primera ubicación que deberían cubrir los radares son los tramos de concentración de accidentes, aquellas zonas donde ocurren más problemas de los que se consideran normales. Conseguir reducir la siniestralidad en estas zonas es algo prioritario, y para ello, sería imprescindible que todas ellas tuvieran un control de velocidad. Igualmente, habría que mirar zona por zona, porque quizás fuera necesario reducir la velocidad máxima permitida en alguna de ellas.
Una vez estuvieran cubiertos todos los puntos negros de nuestras carreteras, lo más interesante sería que los radares no estuvieran en zonas fijas, sino que se fueran colocando en diferentes ubicaciones (contando para ello con radares móviles), para que los conductores no supieran a ciencia cierta dónde se encontraban, y tuvieran que extremar la precaución en todo el trayecto. Disponer de estos radares ubicados en lugares aleatorios va a conseguir que muchas personas se lo piensen dos veces antes de ir a una velocidad inadecuada. Y, en último término, para los que circulan a mayor velocidad de la permitida, no parece mala idea que tengan que pagar una cantidad por la imprudencia, que seguro viene muy bien a las maltrechas arcas del estado.
Está demostrado que las zonas que cuentan con radares ofrecen una mayor seguridad, al reducir la velocidad media de los conductores, por lo que sería vital transmitir la sensación de que el radar puede estar en cualquier lugar, para que los conductores extremaran su precaución.
La inversión en radares, además, es una inversión que se recupera con sus multas, y desde luego, no nos podemos oponer a las mismas porque los conductores que van más rápido de lo permitido suponen un peligro real para el resto.
Hay que apostar por la seguridad vial, al precio que sea, y si para ello es necesario aumentar el número de radares, bienvenidos sean.
Comentarios: 1
Los comentarios están cerrados.