La mejor forma de fomentar el uso de la bicicleta en nuestras ciudades es habilitando los medios que permitan garantizar la seguridad de las personas que optan por este saludable modo de transporte.
Para ello, una vez que las ciudades cuentan con carriles exclusivos para las bicicletas (algo imprescindible), es necesario gestionar eficazmente las zonas problemáticas, que son las intersecciones que deben ser utilizadas tanto por las bicicletas como por los vehículos.
Además lo ideal sería conseguir que los semáforos avisaran a los vehículos cuando hay ciclistas (aviso en primer lugar, y posteriormente el color rojo si están cerca), pero que también se adaptaran a la presencia o no de los mismos, para que si no hay ciclistas, pudiera estar el semáforo en verde de forma más continuada.
Aunque para conocer esto, la presencia o no de ciclistas, se puede hacer uso de cámaras con visión artificial, en Nueva Zelanda están apostando por cámaras que integran sensores térmicos, que permiten detectar zonas de calor en todo su campo de visión, y a cualquier hora del día. lo que lo convierten en una solución más eficaz que las tradicionales de visión artificial.
El motivo es que estos sensores detectan calor y no se ven expuestos a problemas con la luz, lo que hace que la solución sea inmune a reflejos del sol, faros, oscuridad, sombras o cualquier otro problema climático, que puede complicar la labor de las cámaras tradicionales con visión artificial.
Por este motivo, estos sistemas de detección tienen muchos menos falsos positivos que los que se basan únicamente en vídeo, y esto está ocasionando que se opte por este tipo de sistemas en entornos que pueden ser críticos.