Muchos de los avances tecnológicos de los que disfrutamos hoy en muchos ámbitos han sido impulsados, diseñados y desarrollados por necesidades militares, como por ejemplo el GPS. Históricamente, en situaciones de tensión internacional los gobiernos han realizado grandes inversiones en infraestructuras y tecnología que les permitan estar en una posición dominante con respecto a las potencias enemigas.
Del mismo modo, el tiempo nos ha enseñado que las dictaduras, regímenes totalitarios o gobiernos populistas han llevado a cabo grandes obras y proyectos que les sirvieran de propaganda tanto interna como externa.
Tras la I Guerra Mundial, durante la República de Weimar se inició en Alemania la construcción de las denominadas «Autobahn«, lo que se correspondería con el concepto actual de autovía. Las dificultades económicas de la época en Alemania hicieron que las obras se alargasen y no fuera hasta 1932 cuando se inauguró la primera autobahn que unía Colonia con Bonn de unos 20 Km. de longitud.
Con la llegada al poder en 1933 del nacionalsocialismo, Adolf Hitler da un nuevo impulso a la construcción de estas infraestructuras, en principio, no tanto por razones militares si no como una manera de vertebrar las comunicaciones dentro del país. De hecho, años después, durante la II Guerra Mundial para los desplazamientos militares hacían uso del ferrocarril para ahorrar en gasoil.
El ministerio de propaganda convertía las inauguraciones de estas vías en acontecimientos mediáticos que atraían la atención internacional y hacían exaltar dentro de su país el fervor patriótico.
Estas autobahns estaban construidas en cemento, las plataformas no estaban separadas por barreras y no tenían marcas viales como las actuales, pero permitieron a la población viajar a grandes distancias con sus propios vehículos y se convirtieron a su vez en la primera red logística rápida del mundo. Hasta el año 1940 se construyeron más de 3.500 Km. de este tipo de autovías.