La conciencia medioambiental tal y como hoy se conoce comenzó a fraguarse en los años 70 cuando distintos grupos de científicos alertaron a la sociedad de que muchas de las acciones del hombre tenían efectos graves e irreparables sobre la naturaleza y la biodiversidad. El término desarrollo sostenible fue empleado por primera vez en el Informe Brundtland realizado en 1987 por distintas naciones para la ONU. Se definió como aquel desarrollo que satisface las necesidades del presente sin comprometer las necesidades de futuras generaciones.
La sostenibilidad se debe de apoyar en tres pilares:
- La economía, buscando la eficiencia en la utilización de recursos y la rentabilidad financiera.
- El equilibrio social y cultural, promoviendo la equidad entre sociedades y el mantenimiento de los diferentes sistemas sociales, limitando la pobreza.
- La ecología, limitando el uso de recursos no renovables, preservando la riqueza natural, la biodiversidad y los ecosistemas necesarios para el desarrollo de la vida. Este último pilar es la base para el cumplimiento de los dos anteriores.
Esta creciente concienciación ciudadana sobre la necesidad de preservar el planeta en las mejores condiciones posibles, ha obligado a las Administraciones a desarrollar las políticas, crear las leyes y desarrollar los medios que obliguen a las empresas y ciudadanos a ser respetuosos con el medio ambiente. En este punto, cabe destacar el impulso tomado por la Unión Europea, que pretende cumplir para el año 2020 unos ambiciosos objetivos (enmarcados dentro de su plan «20/20/20»):
- 1. Recortar las emisiones de dióxido de carbono (CO2) en un 20% respecto a los niveles de 1990.
- 2. Mejorar la eficiencia energética en otro 20%
- 3. Que el 20% de la energía total consumida en la UE proceda de fuentes renovables.
La UE ha establecido además un objetivo específico para los biocarburantes, que deberán representar por lo menos el 10% del consumo total del combustible y gasoil en el transporte.
En este escenario, en el que por fin se ha establecido una verdadera conciencia ecológica por parte tanto de la ciudadanía como de sus representantes públicos, es necesario trasladar esta filosofía a todas las actividades que tienen un importante efecto en el medio ambiente. En nuestro caso, el ámbito que nos ocupa es el de la creación/gestión/explotación de las carreteras, donde creemos que se debe ir más allá de las medidas correctoras que suelen imponer las Declaraciones de Impacto Ambiental (en el caso de que existan).
La ejecución y explotación de la infraestructura debe abordarse desde un punto de vista global, analizando el dseño, ejecución de la obra y posterior mantenimiento. No sólo se puede ahorrar en costes totales durante el ciclo de vida sino que se puede mitigar e incluso compensar el impacto global de la infraestructura.
Durante los próximos días daremos a conocer qué medidas se pueden tomar para conseguir desarrollar un modelo más sostenible de creación, gestión y explotación de las carreteras.
Comentarios: 3
Los comentarios están cerrados.