La sal es un elemento imprescindible, hoy en día, para tratar de evitar la formación de placas de hielo en nuestras carreteras. El mantenimiento preventivo que se realiza en época invernal de las vías requiere el uso de miles de toneladas de sal y salmuera al año. Pese a la efectividad que muestran estos productos para conseguir que no se forme hielo en el pavimento, su uso conlleva algunos efectos secundarios perjudiciales.
En primer lugar un excesivo uso de sal en las carreteras provoca un impacto negativo en el ecosistema cuando al disolverse la sal por efecto del agua, ésta se filtra y es absorbida por los suelos colindantes afectando a flora y fauna. Además, los acuíferos del lugar recogen estos aportes extras de sal y pueden terminar teniendo un exceso de salinidad. También la sal afecta negativamente a las carrocerías de los vehículos ayudando a su corrosión.
Investigadores de la Universidad Carlos III de Madrid han desarrollado un sensor óptico capaz de detectar si en el asfalto existe una concentración de sal suficiente que haga innecesario un nuevo rociado de sal para evitar la formación de hielo. Gracias a este instrumento se puede evitar un gasto innecesario de sal lo que conlleva no pocos beneficios económicos y medioambientales.
El dispositivo desarrollado registra la cantidad de sal residual que queda en el pavimento seco. El sensor mide las propiedades de luminiscencia del cloruro sódico (su amplitud y su tiempo de decaimiento), gracias a lo cual se detectan concentraciones inferiores a los 20 g/m2 de sal, justo la cantidad que se recomienda no sobrepasar.
El diseño compacto del sensor permite su instalación en cualquier vehículo de mantenimiento y conservación de carreteras, como por ejemplo furgonetas de vigilantes, pudiendo así evitar la salida innecesaria de grandes vehículos quitanieves. Una solución inteligente, económica y ecológica.