Estamos acostumbrados a que el transporte público esté, en parte, subvencionado, e incluso nos parece bien ésto (si no hay otras alternativas), por la utilidad que representa para los ciudadanos. Sin embargo, ¿qué pasaría si se llevara un poco más lejos esta idea, y las autoridades de una región decidieran subvencionar al 100 % el mismo, es decir, dejarlo completamente gratis?.
Este experimento decidió realizarlo, según leemos en la web de citylab, Jean-Francois Mayet, cuando llegó a la alcaldía de la pequeña región francesa de Chateauroux en el 2001, en vista de la poca gente que utilizaba el transporte público en la región.
El objetivo no era sólo realizar un experimento social sino conseguir salvar un modo de transporte que, de otra manera, parecía abocado a su desaparición (año tras año veía reducido su número de usuarios). Y desde luego, como no podía ser de otra forma, funcionó y ya desde el principio la gente comenzó a usarlo. Sin ir más lejos, en el año 2002, el número de pasajeros había aumentado en un 81 por ciento.
A priori puede parecer una locura plantear un sistema de transporte completamente gratuito, pero no hay que olvidar que es sólo un elemento de una enorme ecuación. La iniciativa llevada a cabo en esta pequeña región francesa tuvo importantes ventajas asociadas: se mejoró la fluidez del tráfico al haber menos usuarios que utilizaban su vehículo, se consiguió una mejora ambiental, se posibilitó que los residentes tuvieran más dinero para gastar en otras cosas y se consiguió revitalizar diferentes zonas de la ciudad.
Además, y es aquí donde más interés plantea el caso, el gasto adicional que supuso para la región fue muy escaso, ya que el pago de tickets previo que realizaban los usuarios sólo cubría un 14 por ciento del gasto total del transporte. Este escaso porcentaje casi se compensaba con lo que se ganaba en la nueva fórmula al no tener que imprimir billetes, contratar revisores y tener toda una infraestructura asociada.
Está claro que no tiene sentido plantear este sistema para otro tipo de ciudades (generalmente más grandes), donde se usa el transporte público ya de forma habitual, y un porcentaje mucho más alto de los ingresos se obtienen por la venta de los billetes y tickets. Quizás para estas áreas es más interesante ofrecer precios dinámicos a los usuarios, en función de sus rentas o tipos de abonos, para hacer un modelo más justo.
Sin duda son decisiones que no se pueden tomar a la ligera, pero es interesante abrir un debate, el de la gratuidad del transporte público en algunas regiones concretas, que a simple vista puede parecer una locura, pero que también plantea importantes ventajas asociadas.