El alcoholímetro se trata del instrumento utilizado por la policía o la guardia civil para detectar la presencia de alcohol en la sangre del conductor del vehículo. Este aparato realmente es capaz de detectar el nivel de alcohol presente en cualquier líquido o gas (en el caso que nos ocupa, en la sangre).
Una de las dudas más comunes que tienen los conductores con respecto a este instrumento es la extrañeza que resulta de comprobar cómo es posible que la respiración refleje la cantidad de alcohol que está en sangre. La respuesta es muy sencilla: Una vez ingerido el alcohol, se absorbe en el torrente sanguíneo y luego se distribuye por todo el cuerpo, de forma casi automática. Uno de los lugares donde acaba localizado es en el aire de los pulmones, y es éste el motivo que permite su detección por estos aparatos.
Un alcoholímetro mide la cantidad de alcohol que hay en los pulmones, que como hemos indicado, equivale a la cantidad de alcohol en sangre, con lo cual se puede utilizar esta información para saber si el conductor cumple con los niveles permitidos. En la actualidad, se usan alcoholímetros digitales, basados en un sensor de gas, para realizar las pruebas de alcohol a los conductores.
En España el límite de alcohol en sangre permitido es de 0,25 mg/l de aire espirado y 0,5 g/l en sangre para todos los conductores, menos para los profesionales o los conductores noveles, que es de 0,15 mg/l y 0,3 g/l en sangre. En este punto, es muy importante destacar que:
- La Ley de Seguridad Vial considera una infracción muy grave la conducción bajo los efectos del alcohol, es decir, con tasas superiores a las indicadas anteriormente.
- Para tasas superiores a 0,60 mg/l (1,2 g/l en sangre), se considera un delito, que se castiga con tres a seis meses de prisión, entre otras cosas.
- Si el conductor se niega a realizar las pruebas de alcoholemia se le sanciona con una infracción muy grave, con multas de entre 300-600 euros, la suspensión del permiso de conducir hasta tres meses y la pérdida de 6 puntos.
- El seguro no paga los desperfectos en caso de accidentes cuando el conductor supera los límites legales.
Por lo tanto, como muy bien decía Stevie Wonder, «Si bebes, no conduzcas».