Gracias a un interesante reportaje realizado en televisión española, hemos tenido la oportunidad de conocer uno de los mayores inventos creados con sello español, precursor del navegador de coche actual, que por desgracia no tuvo la repercusión que su originalidad y utilidad había presagiado.
Mucho antes de la irrupción de la tecnología en nuestras vidas, y desde luego cuando el concepto de ITS era casi ciencia ficción, el leonés Antonio Martín Santos inventó en plena década de 1950 el Auto Mapa un dispositivo que le permitía guiarse por las carreteras españolas, a bordo de su vehículo (un Simca 9), sin necesitar mapas de ningún tipo.
Este «navegador de los años 50» tenía el siguiente fundamento mecánico (que conocemos gracias al interesante artículo de J. Antonio Aldasoro, que incluímos como pdf junto al post):
- Unas cintas se desenrollan a partir de un carrete para enrollarse en otro; durante su recorrido se visualizan en una pantalla o ventanilla, donde se ve el tramo de carretera por el que el vehículo está circulando, con los puelbos, carreteras y desvíos.
- Los carretes se mueven en combinación con elementos de transmisión de la velocidad del automóvil, como el cuentakilómetros. De tal forma que el coche circula a una velocidad directamente proporcional a la que avanza en el itinerario del mapa.
- La relación de conversión de su prototipo era la siguiente: Una vuelta del tambor del auto mapa son 37,68 kilómetros recorridos.
El aparato además no era muy complejo de instalar (se colocaba en el salpicadero, y mediante un sistema de botones se enganchaba el mapa del trayecto que se quería recorrer y mediante una combinaciónde estos botones se anulaba para circular por la ciudad y evitar que avanzaran los mapas), y además venía con unas detalladas instrucciones para facilitar su implantación.
A pesar de que el sistema fue patentado en numerosos países (entre 1955 y 1958 se obtuvieron las licencias correspondientes a nueve de ellos), y a su gran utilidad, varios problemas surgidos en cadena (dificultades con la financiación de las unidades, y la repentina muerte de su creador) truncaron lo que podía haber sido un gran éxito comercial.
Eso sí, lo que no truncaron es el orgullo que nos supone contar en nuestro país con un inventor de la talla de don Antonio Martín Santos, que con pocos medios pero mucho ingenio desarrolló un producto muy adelantado a su tiempo.